martes, 22 de diciembre de 2015

The visit



Michael Madsen
The visit. Bienvenidos a la Tierra
Dinamarca, 2014
Cameo

¿Hay alguien ahí?
Desde la invención de la radio y de la televisión, hemos estado enviando señales al espacio con la frágil e incierta esperanza de contactar con otra civilización. Hasta ahora (si no se nos ha ocultado), parece que nunca hemos podido ver un ser extraterrestre o que nada vivo venido de fuera de nuestro mundo ha podido vernos a nosotros. Aparte de las muchas especulaciones fantásticas y maravillosas invenciones literarias, cinematográficas, ilustrativas.... con las que siempre nos ha gustado imaginar ese más allá de la Tierra, no hay evidencias objetivas y constatadas de que algo de todo ese llamado contacto haya sucedido alguna vez.
Este interesantísimo documental, The visit (Bienvenidos a la Tierra), realizado por el danés Michael Madsen, con la complicidad de distintas instituciones y personas reales de carácter científico, político o militar, se pone en la piel de todos los habitantes de la Tierra ante una eventual presencia de gente venida de fuera, frente a los que sería ese famoso encuentro en la tercera fase.
Bienvenidos a la Tierra... ¿por qué deseáis conocernos? ¿Cómo pensáis? ¿Tenéis imaginación? ¿Sabíais de nosotros o ha sido solo azar por lo que nos habéis encontrado? Entre vosotros y nosotros ¿hay una percepción adecuada?... Una interminable sucesión de preguntas sociales, morales y casi de cualquier ámbito que pueden formularse ante esa posible visita. Y, también muy importante, ¿cómo reaccionarían nuestros distintos poderes ante esa llegada? ¿Que diría la ONU a esos visitantes? ¿Quién nos representaría en ese contacto? ¿Qué medidas de prevención o de ofrecimiento tomaríamos ante ellos?
Actualmente existen muchos equipos de investigación preparados para un eventual contacto con inteligencias extraterrestres que están permanentemente conectados al universo. También hay departamentos, más o menos en secreto, dentro de los gobiernos de muchos países dedicados a este asunto. Elementos importantes a considerar por las posibles reacciones de los distintos pueblos ante una noticia de ese calibre. Científicos, políticos, teólogos... se plantean en el documental cómo deberíamos de dar la bienvenida a los extraterrestres, con protocolos estudiados, la mayoría de ellos preparados al margen de la opinión de los habitantes de los países de la Tierra (como, por otro lado, suele hacerse casi todo en esas instituciones). Unos protocolos preparados para comunicar el posible contacto a las poblaciones; sin contar todo, evidentemente, para no sembrar la temida alarma, contando solo lo necesario para manejar la cohexión, para que no se iniecie el pánico, para mantener unida a la sociedad.
Por otro lado, los visitantes ¿serían tratados como hoy lo son los grupos terroristas, donde las resoluciones de la ONU permiten tomar medidas militares a nivel global? Evidentemente, los ejércitos son los primeros en posicionarse como medida para prevenir cualquier posible peligro. Nada más real lo planteado en este documental especulativo, tan real como la vida misma, en la que, aún sin extraterrestres tenemos todos los días experiencias en todos los rincones del mundo (la mayoría de ellas, realmente desalentadoras).


Estos intentos de contacto no son de hoy día. A lo largo de la historia se ha especulado con ello. Y, al margen de la fantasía literaria o cinematográfica, una nave real, la Voyager, navega ya fuera de nuestro sistema solar con información sobre nuestra civilización humana en la Tierra para que pueda ser leída por alguna otra inteligencia de más allá de nuestro entorno espacial inmediato. Aunque hay que decir que, pasado el tiempo, esa información enviada hoy se ve sesgada, incompleta y realmente ingenua, en la que se han obviado los dramas y las maldades de las que somos capaces y de las que nuestra historia da infinitos ejemplos, incluido el de la capacidad que tenemos para autodestruirnos. Así las cosas, ¿cómo veríamos al recién llegado a nuestro mundo: visitante o invasor?
Y más aún, el documental plantea otra cuestión (que roza lo rocambolesco y lo absurdo): ¿tenemos normativa legal para ese posible encuentro de razas diferentes del universo? (en este punto no puedo evitar la carcajada). Un especialista en derecho afirma en esta película que “ninguna de las razas debe dañarse mutuamente” y que “cada una debería de tener su propio espacio vital”. Patético. Si no somos capaces de cumplirlo entre nosotros, los humanos, ¿alguien pede pensar que lo haríamos con los extraterrestres?


Lo cierto es que, aparte de pasar un rato muy entretenido, este documental tiene una utilidad secundaria: desnudarnos, poner en evidencia nuestros propios fracasos globales como los seres morales que decimos ser y hacer que veamos todos los problemas que como sociedad nos empeñamos en acrecentar para hacernos una vida, quizás más cómoda por los avances médicos y científicos, pero más compleja cada día, sin duda, por nuestra habilidad para ponernos zancadillas en la convivencia entre nosotros mismos, vengamos de donde vengamos (los de la Tierra) o vengan de donde vengan (esos posibles que llegarían de fuera de ella).
The visit es un documental muy bien planificado y expuesto, con muchas preguntas que quedan flotando en el aire para que nos hagan reflexionar sobre nosotros mismos. Un ejemplo: mientras preguntan a responsables políticos sobre lo amenazante que sería una visita alienígena que quizás decidiera no dar explicaciones de por qué está aquí, unas imágenes de un tanque terrestre destrozan y pasan por encima de un árbol, matándolo sin darle –es otro ser vivo– ninguna explicación de por qué está haciendo esa máquina terrícola lo que hace. ¿Paradoja? ¿ceguera? Ahí lo dejo. Solo una última reflexión más que puede plantea este dilema: ¿Qué pasaría si los visitantes se marcharan sin tomarse siquiera la molestia de hacernos notar que existimos para ellos? ¿Dónde quedaría nuestro ego de ser inteligente?

Puedes ver el trailer de The visit pinchando aquí.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Poemas alfabéticos para días ñuviosos



Nuria Gómez de la Cal y Guiomar Pellejer Zaera
Poemas alfabéticos para días ñuviosos
Torremozas, 2015

Una de las tendencias de la ilustración de hoy y de todos los tiempos es la de realizar una especie de animalario, bestiario o colección de variedades relacionadas con el propio alfabeto. Los llamados alfabetos ilustrados, desde las letras capitulares de los códices iluminados de la Edad Media a las filigranas árabes u orientales, tienen y han tenido una especial atención por parte de los artistas gráficos de todos los tiempos. Y si, además, las letras seducen, incitan, promueven o inspiran textos poéticos, las sugerencias son de doble sentido, tanto para el ilustrador como para el escritor, que se motivan mutuamente.
Uno de los últimos poemarios ilustrados publicados se titula Poemas alfabéticos para días ñuviosos, así, con ñ, del que son autores Nuria Gómez de la Cal, actriz y profesora teatral que, tras un libro de cuentos, presenta su primer poemario en colaboración con la ilustradora Guiomar Pellejer Zaera, quien disfruta dibujando en la arena y juega a que esta se le cuele entre sus dedos... Un alfabeto ilustrado que bien podría haber participado del dosier Juego de nuestra última revista La Ignorancia (ver), pues este bonito libro no es sino eso mismo, un juego con las letras y las palabras, divertido y melancólico a veces.
Emocional y sensible, los textos e imágenes nos hacen ascender al Atlas de nuestro asombro y nos piden que las besemos con barullo y sin bostezos. La poesía se funde con las letras para que, una a una, vayan soltando sus esencias cacofónicas, rítmicas y rimantes. Una cadencia de imágenes que se alían con muchos guiños a cada una de las letras de nuestro alfabeto, incluidas las extintas y añoradas letras dobles, la Ch y la Ll, la primera de las cuales fue protagonista del anterior número de La Ignorancia (ver) y que, de haber estado este poemario publicado por entonces, habría sido invitado, sin duda, a participar en él con estas palabras ilustradas de Nuria y de Guiomar.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Por sus obras le conoceréis


Jesse Jacobs
Por sus obras le conoceréis
By This Shall You Know Him. Traducción: Sara Xiol
La Mansión en Llamas / DeHavilland Ediciones, 2015

Cuando menos, Por sus obras le conoceréis es sorprendente. Tanto en su concepto gráfico como en la narración. Esto es cómic contemporáneo, con nuevas maneras de contar, con nuevas formas para mostrar. El trabajo es arriesgado y osado, es atrevido e informal. No se rige por los patrones tradicionales del cómic, aunque, eso sí, sigue discurriendo por medio de viñetas. Y, es más, Jesse Jacobs, creador canadiense de la nueva hornada de fanzinerosos, se lanza con una historia creacionista, que viaja a los orígenes del todo, y en la que los límites de las tres dimensiones (dos sobre el papel) está ampliamente superado por la imaginación cuasi-cósmica que despliega con sus fabulosas ilustraciones desvergonzadas, abiertas y muy divertidas.
Con tres colores predominantes, Jacobs nos hace viajar a un pasado remoto, lejanísimo, sin tiempo, en el que las energías del universo flotan en forma de pequeños dioses que se dedican a aprender cómo crear seres en los diferentes puntos del cosmos. Como si fueran clases de aprendizaje, cada uno de estos personajes van probando para ser mejores, para comprender sus propios poderes y para competir entre ellos. Mientras tanto, los seres que van apareciendo con sus inventivas van conformando maneras de vivir y demostrando que tienen tantas imperfecciones como sus propios creadores, que están perdidos en su propia existencia y en la difícil aventura de ser.
Temas complejos, aunque realmente expresivos y emocionantes con el espectacular despliegue ilustrativo que despliega el autor en cada una de las páginas. Un imaginario que asombra viñeta a viñeta, personaje a personaje y que, una vez leído, puede incitar a la reflexión (o no) sobre las partículas elementales que nos forman a cada uno, y, sin duda, a volver al principio, o al centro o a cualquier otra parte del libro para apreciar detenidamente las composiciones creadas para narrar la historia y disfrutar de cada uno de los dibujos de Por sus obras le conoceréis.

Puedes ver un avance de este cómic pinchando aquí.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Radio Clásica 50 aniversario


VVAA / Radio Clásica
La música de una historia.
Radio Clásica. 50 aniversario
Pack 5 cds + libreto. Warner Music Spain / RTVE, 2015

Hace cinco décadas, hace medio siglo, ni más ni menos, en 1965, nació una emisora hermana de Radio Nacional de España que se vino a denominar Segundo Programa y, más tarde, Radio 2, para, desde 1994, ser conocida como Radio Clásica. Si hay una emisora cultural en la radio de nuestro país esa es, por goleada emocional y por longevidad, Radio Clásica, que ha acompañado, enseñado y entretenido a los oyentes de varias generaciones, mostrando hasta dónde pueden llegar los mejores logros del ser humano (sobre todo, en el terreno de la música).
Yo confieso que, allí donde me llegan los más antiguos recuerdos, me veo acompañado de una banda sonora que brotaba de la radio (entonces, sintonizada por mi padre) que me descubría momentos sonoros llenos de paz, serenidad, belleza, fuerza, vanguardia, sorpresa... experiencias que han ido evolucionando con el paso de los años a través de los muchos programas especializados que han conformado la parrilla de esta emisora que, a su vez, han ido conformando mis gustos y apetitos por la música en sus más variadas facetas, estilos, géneros, autores, épocas...
Y esto gracias, claro está, a los muchos locutores que han pasado por la emisora (algunos de ellos ya fallecidos, otros retirados) aportando su sabiduría en cada una de sus especialidades. Espacios musicales que no han dejado abandonada ninguna faceta de la creatividad del ser humano en ese terreno, desde las músicas de tradición oral al jazz, del flamenco al Romanticismo, del período Clásico a las vanguardias más rupturistas. Todo se ha escuchado y se sigue escuchando en Radio Clásica. Es obvio que cada uno tiene sus preferencias y sus gustos, pero es tan amplio el espectro musical que pasa, ha pasado y seguirá pasando por la emisora culta que nadie puede decir que no se sienta representado en ella en algún momento de su vida.

Equipo actual de Radio Clásica.

Una vida, la de Radio Clásica, que en este 2015 está de aniversario y para celebrarlo como merece, lo hace como mejor sabe: poniendo música. Gracias a la colaboración con Warner Music Spain, que aporta para la selección su amplísimo catálogo clásico, y a un generoso ofrecimiento por parte de otros sellos y emisoras, varios especialistas de Radio Clásica se han puesto a la difícil tarea de configurar lo que serían cinco programas para festejar dicho cumpleaños. Pero no para emitirse (que bien podrían hacerlo también) sino para que lo efímero que, por esencia, ha tenido siempre un programa de radio quede grabado en algo tangible, en algo físico que se pueda uno poner, como si de un traje de fiesta se tratara, de vez en cuando. Se trata de un cofre lleno de tesoros musicales en forma de cinco cds recopilatorios que, como apuntaba en la presentación a la prensa Carlos Sandúa, director de Radio Clásica, no pretende ser un catálogo de las obras más conocidas ni de los géneros que han definido la historia de la música como si de compartimentos estancos se tratara, sino que han buscado hacer un todo musical en donde cualquier obra está relacionada de alguna manera con todas las demás. Una tarea harto complicada que responde a lo que, en realida ha sido la historia de la música: un conjunto de influencias en muchas direcciones que han inspirado a los creadores de las más diversas maneras.
Pero como todo hay que organizarlo, los cinco discos (cada uno seleccionado por un especialista de la emisora) recorren sensaciones a través de las épocas. Sergio Pagán se ha dedicado a los Órdenes, Modos y Medidas de la música antigua; Jon Bandrés, a las Pasiones, Luces y Sombras que descubrió el Renacimiento; Martín Llade, a la Razón, Forma y Equilibrio que llevó del Barroco al Clasicismo; Laura Prieto ha seleccionado el período Clásico en Amor, Naturaleza y Muerte, y Eva Sandoval nos pone al corriente de lo que el siglo XX ha aportado en Ruptura, Libertad y Amalgamas.
Y son todas estas palabras las que se transmiten con esta excelente selección de grandes tesoros musicales, confabulados entre ellos para llevarnos desde la sonrisa al éxtasis, desde la contemplación a la energía, y que, como resument, pueden todos ellos definirse con una sola palabra: belleza.

martes, 1 de diciembre de 2015

El árbol

John Fowles. Foto: Fay Godwin 

John Fowles
El árbol
The tree. Traducción: Pilar Adón
Impedimenta, 2015

Ha sido como una revelación. Han pasado 36 años desde que el escritor británico John Fowles (1926-2005) escribiera este breve ensayo titulado El árbol, pero sus reflexiones sobre la naturaleza siguen siendo tan vigentes (si no más) que en aquellos tiempos en los que aún estaba por despertar la conciencia ciudadana sobre el respeto necesario al mundo en el que todos vivimos. No se trata de un libro con voluntad ecológica al modo de los que hoy día se publican con intenciones buenistas para seguir una vida más equilibrada, sino de una emocionante reflexión sobre el entorno natural y sus relaciones con la vida del autor, con su propia familia y con su experiencia vital alrededor del mundo del arte y de la creación.
El autor de obras (muy conocidas por sus adaptaciones al cine) como El coleccionista (The Collector, 1963), El mago (The magus, 1965) o La mujer del teniente francés (The French Lieutenant's Woman, 1969), entre otras, se zambulle en una de las pasiones obsesivas de su propio padre: el cultivo de árboles frutales en el reducido jardín urbano de su casa (concretamente, perales y manzanos) y el metódico trabajo que le absorbía para lograr los mejores frutos posibles. Esto provoca que el autor haga una semblanza del modo de vida ciudadana, estructurada y organizada que la sociedad promueve y al que él mismo nunca fue afín y del cual era gran representante su padre, gran aficionado, también, a la filosofía. «Los buenos filósofos se dedican a podar el caos de la realidad y lo moldean en formas fijas, logrando así que dé valiosos y deliciosos frutos, al menos, en teoría». Fowles, en cambio, se siente  más cercano a las arboledas y a los bosques olvidades, anárquicos en su crecimiento y sin aerosoles ni podas, en los que todo forma un conjunto de interacciones naturales que se influecian mutuamente, tanto «el vuelo de las aves y las ramas desde las que se emprende ese vuelo» como «las hojas agitadas por el viento y la sombra que proyectan sobre el suelo».
Lo que le lleva a criticar de alguna manera el tan admirado método científico, muy útil para muchos aspectos de la sociedad, pero que se descubre restrictivo a la hora de la observación de la naturaleza: «...lo agreste, eso que tan poco le gustaba a mi padre. Nada filosófico. Algo irracional, incontrolable e incalculable. De hecho, está muy cerca de la naturaleza en su estado más salvaje, a pesar de nuestros enormes esfuerzos por “ajardinarlo” todo y por inventar sistemas sociales e intelectuales que lo registren todo».
Una relación con la naturaleza que el mismo Fowles afirmó que fue clave para su producción literaria, a pesar de estar siguiendo pautas de comportamiento alejadas de lo considerado como normal en la sociedad. Pero también huye de lo que de trancendentalismo pueda tener ese acercamiento a lo natural, ya que ese tipo de filosofías que ayudan a entenderse más en relación con la naturaleza no dejan de tener, en su opinión, una visión antropocéntrica del mundo, en función de la cual todo está al servicio del ser humano: «...hemos convertido estas filosofías en algo apropiado para nosotros, para que podamos utilizarlas de una manera que cada vez me resulta más narcisista. Parece que su fin sea hacernos sentir más positivos, más significativos, más dinámicos...».
Una esencia, la de la Naturaleza, que Fowles acaba comparando con la del Arte, en relación a que ambas son imposibles de enseñar, de categorizar, de estructurar, y que solo se sienten adentrándose en su plenitud, casi sin explicaciones, sin denominaciones, sin catalogaciones. Fowles llega a una conclusión: cosificar nuestras experiencias dando nombres a las experiencias remite al pasado de la propia experimentación y acaba convirtiéndose en una cultura que nos lleva a confiar en los que «se ha conseguido y explicado en el pasado» desde una perspectiva artística y científica. Pero «la Naturaleza, por su propia naturaleza, se resiste a todo esto. Espera que la contemplemos de otra manera, en su presente individual y desde un ángulo que se corresponda con nuestro propio presente individual».
Y la naturaleza nos lleva a reflexionar sobre las ciudades, sobre el modo en el que vivimos, relegando lo agreste a cada vez menos lugares y permitiéndonos tan solo pequeños esbozos de naturaleza estructurada en nuestros jardines, en nuestros parques, incluso, en nuestros balcones. Un libro que nos abre la mente hacia nuevas maneras de mirar nuestro entorno (a pesar de, como ya he dicho, estar escrito hace casi cuatro décadas) y que como reflexión final podría resumirse en otras lúcida frase del autor: «Mientras  sigamos considerando que la naturaleza es algo que está fuera de nosotros, que está más allá de nuestras fronteras, como un elemento extranjero, apartado, la habremos perdido por completo, tanto en el exterior como en nuestro interior».
Yo ya he colocado este hermoso libro en ese sitio de la biblioteca en donde se sitúan los libros de referencia que probablemente leerás más de una vez y, seguro, recomendarás a cualquier mente dispuesta a descubrir belleza y profundidad más allá de las letras impresas.